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INTRODUCCION

"Entre todos (los ríos) el de más nombre es el tan celebrado río Marañón o Amazonas, el cual, después de haber caminado cerca de mil ochocientas leguas desde su nacimiento en parte paralelo con la línea equinoccial, entra, por fin en el Océano del Norte por varias bocas, ensanchándose según opinión la más común, por más de ochenta leguas, y conservando la dulzura de sus aguas por más de treinta después de entrado en el mar." (Pablo Maroni, Noticias auténticas del famoso río Marañón).

 

"Hay un río, monarca de los ríos;
único, inmenso, de beldad sin par:
humilde nace entre picachos fríos,
soberbio muere rechazando al mar.

Hijo de nuestras nieves, el celoso,
que crece en marcha al oriental pensil,
en su día más grande y más dichoso,
llevó nuestros afectos al Brasil."

(Carlos G. Amézaga)

 

"Amazonas,
capital de las sílabas del agua
padre patriarc
a, eres
la eternidad secreta
de las fecundaciones,
te caen ríos como aves, te cubren
los pistilos color de incendio,
los grandes troncos muertos te
pueblan de perfume, la luna no te puede vigilar ni medirte.
Eres cargado con esperma verde
como un árbol nupcial, eres plateado
por la primavera salvaje,
eres enrojecido de maderas,
azul entre la luna de las piedras,
vestido de vapor ferruginoso, lento como un camino de planeta".

(Pablo Neruda, Oración matutina al Amazonas).

 

 

I. LA AMAZONIA, UN ESPACIO SIN FIN

Parón Euá, "Madre de los ríos", le llaman reverentes los shipibos. Tunguragua. "Rey de las aguas", le decían los tupí a la llegada de los navegantes de occidente. Thiago de Melo le cantó como Patria del Agua. Neruda le añadió solemnidad al colocar sobre su piel el título de "Río planetario". Estos y muchos nombres más que le han sido puestos a lo largo de la historia a esta gigantesca corriente de agua dulce, recurriendo a audaces metáforas, como si se tratara de un dios impronunciable, reflejan el asombro desbordado de la razón ante lo inconmensurable, lo inimaginablemente grandioso del Amazonas, el más largo, el más profundo, el más ancho, el más caudaloso de los ríos de la tierra. Baste considerar que, desde su primera corriente en las alturas del nevado del Mismi, siguiendo el curso del Ucayali, alcanza una longitud comprobada de 6 762 Kms., casi cien más que el Nilo; que tiene más de un millar de tributarios de poderosos caudales; que desagua en el Atlántico entre vaciante y creciente un promedio de 250 000 m3 por segundo; que constituye más de un 17 % del agua dulce que se vierte en los mares salobres del Planeta; que el nivel de sedimentación de sus aguas es del 0,1 g. por metro cúbico. Su capilaridad arterial serpentea regando el paraíso verde más grande del planeta, con 7 millones de kilómetros cuadrados, y forman fundidos una sola Amazonía. Esta complejidad de vida, de ecosistemas y pueblos comenzó a emerger lentamente hace cincuenta millones de años desde el fondo de un mar interior que al desbordarse dio libre curso a cientos de miles de cuerpos de agua que, tarde o temprano, terminarían rendidos en el drenaje principal. Es así como la Selva Amazónica se ha constituido en el bosque de trópico húmedo más extenso y variado de la esfera terrestre, que alberga la más alta tasa de diversidad biológica y física en un solo espacio.

La falta de categorías epistemológicas para interpretar la diversidad con criterios de diferencia han atribuido a este esplendoroso universo fantasías y falacias que carga a cuestas hasta hoy y que hacen se la ignore en su verdad esencial, en la potencialidad de sus recursos singulares y en las decenas de culturas que mantienen aún, a pesar de la permanente voluntad integradora de la sociedad envolvente, sus raíces milenarias en un armónico diálogo con el hábitat. Espacio fértil, vacío, homogéneo, pulmón del mundo, sociedades originarias obstáculo para el desarrollo, etc., han sido algunas de las voces que en el fondo han significado una ausencia de entendimiento entre el centro, entrampado en la visión lineal del Occidente, y los diferentes espacios y grupos humanos que lo pueblan.

¿Cómo digerir los cambios culturales que vertiginosamente se suceden, frenar las oleadas migratorias, poner tope a las agresiones del Estado nacional contra la diversidad cultural, revertir la desintegración social de las masas depauperadas que agonizan en la periferia de ciudades deshumanizadas, transformar los modelos de consumo, y hallar los caminos para un desarrollo que crezca desde tanta riqueza que pervive en los pueblos?. Estas y otras preguntas han seguido haciéndose más agudas y perturbadoras en la medida que se han sucedido uno tras otro los fracasos de modelos de desarrollo ajenos a la tradición inmemorial de estos pueblos y en frontal disonancia con la vocación de sus recursos naturales.

¿Quiénes fueron los primeros humanos cuya planta holló estos suelos húmedos que se despertaban del pleistoceno tardío? ¿Cómo se fueron abriendo las rutas de llegada por todos las direcciones de la rosa de los vientos?.Nadie sabe. Pero seguro que en la noche de los tiempos aquellas caravanas informes fueron descifrando enigmas, revelándose a sí mismos los secretos de la vida escondidos bajo la verde piel de la naturaleza a costa de un paciente inquirir lo nuevo. Si aquellos hombres no hubieran tenido fe en el futuro y no se hubieran inquietado por aprender, hace millones de años que hubieran renunciado a ser tales, náufragos en el pequeño charco de sus días.

Toda esta corriente armónica, este discurrir del tiempo sin tiempo, estallaron por los aires cuando Occidente osó pisotear, como si le asistiera el derecho a poseerla, esta tierra de dioses, fuera de otro asombro que no estuviera soportado en la fascinación de lo insólito que les aparecía a la vista, pero que nunca supieron ni interpretar con otra lógica que la de sus categorías. Herida, maltratada, la Selva comenzó a agonizar. Se cerró en sí misma, ocultó celosamente su intimidad a los usurpadores y se fue dejando morir. Después fue pasando de mano en mano: de la Colonia a la República, del Estado, llamado a ser el garante natural de los derechos de los pueblos, a los intereses económicos que se reparten el mundo. Impacientes, precipitados, ansiosos, voraces, extrajeron la jugosa fertilidad de sus recursos, sin la más leve actitud de diálogo y comunión con el entorno viviente, y fueron uno a uno fracasando en sus empresas.

Durante la segunda mitad del siglo XX han ido surgiendo, ideas primero, luego iniciativas viables, más tarde verdaderos movimientos que han querido reivindicar para la Amazonía dos cosas: la primera, que nada existe en la naturaleza sin la presencia de poblaciones cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos; y, la segunda, que es urgente, perentorio mirar con nuevos ojos al hábitat amazónico, reconciliarse con el bosque y con quienes lo habitan. Ante la modernización arrolladora y la globalización que amenaza tan fascinante diversidad cultural y biológica, se hace necesario revertir el proceso y definir el desarrollo de diversas formas de investigación que impulsen el crecimiento de las sociedades y contribuya a hacer posible un desarrollo endógeno que respete los saberes de los pueblos y su tradición tecnológica y abra rutas de bienestar con equidad en el horizonte futuro. Hay una deuda por saldar: el diálogo roto de los saberes científicos con los conocimientos milenarios de los aborígenes, sus tecnologías su experimentación rigurosa, que conjuga lo mejor del desarrollo sostenible con bases epistemológicas de sólido contenido sapiencial y, por lo tanto, humano. Es decir la revolución mecanicista de la modernidad no puede construirse de espaldas a esta realidad, afortunadamente aún viva.

Hace aproximadamente cincuenta años que en la selva amazónica se ha puesto en marcha un movimiento audaz que se ha aventurado a dar un viraje al concepto tradicional de desarrollo y pretende abrir caminos innovadores que, partiendo del hombre, den una respuesta lo más aproximada posible a estos interrogantes que viven en equilibrio con sus hábitats. Se ha venido desarrollando en la Amazonía continental y paralelamente en la Amazonía peruana, un movimiento científico orientado a la búsqueda permanente de nuevos conocimientos que cada vez nos ayuden a penetrar en los misterios más profundos del bosque y su diversidad en beneficio de las sociedades amazónicas.

 

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